[caption id="attachment_14701" align="alignleft" width="1024"] (foto: Massimo Giachetti by Getty Images)[/caption]
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En todo el mundo, los barrios pobres han sufrido más muertes y contagios de COVID-19 que en los ricos. La pandemia y los esfuerzos por controlarla han afectado desproporcionadamente a los pobres, tanto dentro de un mismo país como entre países. Entender mejor cómo se explica la disparidad de los impactos en términos de salud entre grupos de ingresos puede orientar a las autoridades económicas sobre qué se puede hacer al respecto.
En un estudio reciente del personal técnico del FMI, desarrollamos una conexión más precisa entre riqueza y salud relacionada con la pandemia. Este análisis basado en un modelo muestra que la realización más generalizada de pruebas de detección rápidas puede ofrecer información vital para contener mejor la propagación del virus, algo que beneficiaría a todos, pero en especial a los pobres. Nuestro estudio va más allá de la mayoría de los modelos epidemiológicos y se fija en el comportamiento y las decisiones individuales en función del ingreso, en lugar de centrarse únicamente en la edad, el género y otros factores demográficos.
Todo apunta a que las vacunas van a desplegarse de forma gradual en los próximos meses y años, pero entre tanto las tasas de contagio continúan aumentando en algunos países a un ritmo mayor que en los primeros días de la pandemia. Los confinamientos, el distanciamiento social y el uso de mascarillas han sido las herramientas más utilizadas para contener la pandemia. Sin embargo, las pruebas de detección rápidas y baratas pueden ser otro as bajo la manga.
La importancia del ingreso
El comportamiento y las decisiones que colocan a las personas más pobres en la primera línea de contagio durante una pandemia suelen ser producto de la necesidad. En primer lugar, muchos trabajadores con salarios bajos trabajan en servicios considerados esenciales durante la pandemia (tales como los comercios de alimentación y los servicios de reparto) o en empleos con escasas posibilidades de trabajo remoto. En segundo lugar, los barrios pobres suelen tener una mayor densidad de población, lo que propicia más los contagios. En tercer lugar, las personas de las comunidades más pobres también tienden a tener ahorros para emergencias muy reducidos, lo que limita sus posibilidades de reducir las horas de trabajo para disminuir el riesgo de contagio (por ejemplo, trabajadores informales autónomos).
Las personas con mayores recursos pueden disminuir el riesgo de contagio porque tienen la posibilidad de trabajar menos y de limitar el tiempo que pasan fuera de sus hogares. El efecto de estas decisiones es considerable. Las simulaciones del modelo indican que, mientras que un poco más del 10% de los hogares ricos se contagian con el virus, más de la mitad de los hogares pobres podrían contagiarse en un período de dos años. Esto también se refleja en la tasa de fallecimientos, donde el modelo parece indicar que en el caso de los hogares pobres la probabilidad de fallecer es cuatro veces mayor. Estos números sugieren que los hogares pobres soportan el grueso de los costos en términos de salud de la pandemia.
La importancia de las pruebas de detección
Dos importantes medidas de política pueden aliviar el gran impacto de la epidemia sobre los pobres hasta que se disponga ampliamente de tratamientos terapéuticos y vacunas eficaces y puedan suministrarse a todos los que los necesitan.
En primer lugar, la ayuda a los ingresos focalizada en los hogares más pobres contribuirá de forma directa a proteger su consumo frente al gran shock económico adverso. En segundo lugar, mejorar la información sobre la propagación y la contención de la pandemia con pruebas de detección generalizadas refuerza la capacidad para identificar y aislar nuevos casos, reduciendo así el riesgo de contagios. Las últimas pruebas de detección rápidas son baratas. La Organización Mundial de la Salud ha negociado recientemente un precio de USD 5 por prueba, y con el aumento de la demanda y la producción, los precios podrían caer a USD 1 o menos. Dada su sencillez, cualquier hogar o empresa puede utilizarlas (no se necesitan laboratorios o equipos médicos para evaluarlas), sin un tratamiento o registro centralizados. Si bien una estrategia de realización masiva de pruebas podría no evitar nuevos brotes, sí podría en general reducir la propagación de la pandemia y permitir su control, en especial si se combina con el uso de mascarillas, el lavado de manos y el distanciamiento físico.
El uso de pruebas de detección para identificar y aislar casos positivos es incluso más eficaz en el control de la epidemia en países con un porcentaje mayor de hogares pobres. Nuestro estudio muestra que si se identificara a la mitad de los infectados asintomáticos, podrían reducirse las muertes en casi tres cuartas partes en un año. Los más beneficiados son los pobres, cuya tasa de mortalidad debida a la COVID-19 caería aproximadamente en tres cuartas partes con la mejora de la realización masiva de pruebas, en comparación con el descenso de alrededor de la mitad para los más favorecidos.
Al contrario que los confinamientos, una mejor información a través de la realización generalizada de pruebas de detección impulsa de forma inequívoca la economía porque se disminuye el riesgo de contagio al interactuar con otras personas. Cuando no se realizan pruebas a los infectados asintomáticos y el virus se propaga sin ser detectado, la caída del PIB es de un alarmante 15% en el primer año para una economía representativa. Cuando el riesgo de contagio es mayor, la gente decide replegarse y reducir la actividad económica si pueden hacerlo. Las pérdidas se contraen hasta solo el 3,3% del PIB si el 50% de los asintomáticos son identificados mediante pruebas de detección y puestos en aislamiento para reducir los contagios. Puede conseguirse con una prueba que tenga una tasa de positivos verdaderos (sensibilidad) del 80% si se pudieran realizar pruebas a aproximadamente el 60% de toda la población cada semana.
Con el potencial de evitar grandes pérdidas de PIB y los costos comparativamente bajos y en descenso de las pruebas rápidas, los beneficios de la realización generalizada de pruebas de detección, combinada con el uso de mascarillas, son enormes. Este enfoque también podría reducir algunas de las desigualdades que han empeorado durante la pandemia, y ayudaría a los hogares pobres y más vulnerables a capear mejor la crisis.